miércoles, 25 de mayo de 2011

ODIASTE ESPAÑA

España te asustó. España,
donde me sentí como en casa. La luz de sangrienta crudeza,
las caras aceitosas de las anchoas, los negros
bordes africanos que todo tenía, te asustó.
Tu formación académica, por alguna razón, olvidó a España.
Las rejas de hierro forjado, la muerte y el tambor árabe.
No conocías el idioma, tu alma estaba vacía
de señales y la luz fundidora
te encogió la sangre. El Bosco
te extendió su arácnida mano y tímidamente
la tomaste, una americana típica.
Mirando hacia dentro llegaste al rictus funeral de Goya
y lo reconociste y diste un paso atrás
mientras tus poemas se encogían de frío y tu pánico
se aferraba a la América universitaria.
Así, de turistas, nos sentamos en una corrida de toros
observando la torpe carnicería de los toros aturdidos,
mirando al matador de rostro gris, detrás de la barrera,
justo debajo de nosotros, preparando el estoque
y vomitando miedo. Y el cuerno
que se escondió en la barriga de moscón
del picador derribado, que destruyó
lo que te esperaba. España
era el país de tus sueños, el cadáver de polvo rojizo
con el que no te atrevías a despertar, las amputaciones rugosas
que ningún curso de literatura había embellecido.
La tierra de embrujos tras tus labios africanos.
España era lo que intentabas despertar
y no podías. Te veo, a la luz de la luna,
paseando por el muelle vacío de Alicante
como un alma esperando el transbordador,
un alma nueva, que aún no comprende,
pensando todavía que está en su luna de miel
y en un mundo feliz, la vida entera aún por llegar,
feliz, y todos tus poemas esperando aún ser encontrados.


Ted Hughes traducido por Luis Antonio de Villena

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