viernes, 22 de abril de 2011

CHOI SEUNG-HO (3)

PASAR EL INVIERNO

1

Arrojando los muebles por la ventana
una mujer gritaba.
Tras oírse y romper los cristales permaneció quieta.
Y no porque su dolor le hubiese calmado, no;
pero lo cierto es que se quedó como una estatua.
Un vendedor de tortas de arroz,
a gritos pregona una u otra vez:
¡Tortas de arroz, pasta de alforfón!
Mientras de esquina a esquina, al anochecer, va con su cesta
buscándose la vida por aquel viejo barrio de viviendas adosadas.


2

Acurrucado entre la maleza
un chorlito, semejante a un monje-niño,
protegiéndose del viento,
baja de una ermita en la montaña.
El chorlito, de inmediato, se oculta detrás de un árbol seco.
Más tarde, al atardecer, reaparecerá
en cualquier otro pueblo.
Tan semejante su plumaje a la hierbas que se camufla entre ellas.
El pequeño pájaro escudriña
en los cubos del establo, entre las vacas, buscando qué comer.
Si alguna vez te encuentras frente a los ojos del chorlito
y tienes hambre es que ya empieza a anochecer.
Las vacas mastican hierba, rumian,
mientras los hombres comen arroz.
Pero, ¿con qué saciará el hambre el chorlitín?

Los burletes rechinan y las lámparas se agitan desplegando sombras en la pared
cuando sopla el viento del norte,
mientras tanto el chorlito desaparece en la oscuridad.

Muy larga y aburrida es la estación del invierno.
El viento invernal hiela el agua de la tetera,
y sobre los tejados de hojalata sobresalen estrellas cubiertas de escarcha.

Pasar el invierno
es remover con pinzas
las cenizas apagadas en el brasero de barro,
o rellenar con trapos las rendijas de la puerta
para que el frío no nos invada.
Los osos polares duermen cuando hace frío y se levantan cuando hace calor,
pero yo no soy uno de esos osos polares que hibernan,
ni tampoco esa rana que se resguarda en el invierno con su boca pegada.
Por eso remuevo las cenizas.
En ocasiones, murmuro. Y no es porque tenga miedo al silencio.
En la vida, a veces, pasamos frío, pero nos tenemos que aguantar. Y aguantando
[y sufriendo
es como se acaba la vida. Ay, ¿es esto la vida?
Y, sin embargo, por ello no te has de convertir en un oso.
El remedio para aguantar el frío en la ciudad
consiste en vender algo, sí, algo;
por ejemplo: instalas una chimenea en el bidón,
después, dentro del bidón, prendes leña,
asas unas batatas y, finalmente, las vendes;
es decir, te pones una gorra de plato, unos zapatos árticos,
y te conviertes en un vendedor de batatas asadas a pesar de la nevisca.
Aunque en realidad yo no soy un vendedor de batatas,
ni tampoco, por ahora, soy un vendedor de mi propio sexo,
como una de esas putas que abundan por las esquinas.
Rusia es un país pobre.
Por lo tanto, ignoro qué habrá venido a vender en Seúl aquella chica rusa
que come las batatas asadas bajo la nevisca.



CHOI SEUNG-HO (Corea del Sur, 1954)
De su poemario Grotesco (publicado en España por Huerga y Fierro en 2010). Traducción de Yong-Tae Min y Miguel Galanes.

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